viernes, 14 de diciembre de 2012

La lanza guerrera ibérica

Los Íberos habitaron nuestra Península entre el siglo V a.C. y el siglo III d.C. Hablaban el idioma íbero, una especie de lenguaje silábico. En nuestra Región de Murcia se han hallado restos de ese lenguaje en El Cigarralejo, en Mula o en la Serreta, en Cieza.
Los Íberos vivían y desarrollaban su actividad socio-cultural en pueblos amurallados, los cuales se hallaban generalmente en lugares elevados.
Eran ante todo un pueblo muy jerarquizado, dirigido por un rey o régulo. Los guerreros y los sacerdotes eran la clase dominante...

Punta de lanza de hierro. Ibérico. Sepultura 608, Cabecico del Tesoro, Verdolay
Por lo que respecta a las lanzas, se sabe que eran armas muy presentes en los ejércitos íberos, tanto las que se usaban en batallas cuerpo a cuerpo como las arrojadizas, también usadas para la batalla, además de para cazar. Las lanzas ibéricas solían tener de metal únicamente las dos puntas: la principal, en la parte superior, y la secundaria en la parte inferior. Ésta era por lo general más débil y pequeña, con forma de cono estrecho. A esta parte se la conocía con el nombre de regatón y se utilizaba para acabar con el enemigo, rematándolo de muerte, o bien para seguir combatiendo en caso de que la parte principal se hubiera caído o roto.

La lanza constaba de tres partes: el asta de madera y las otras dos puntas, incrustadas a presión y para evitar que se moviesen. Esta era la alternativa a la otra forma que tenían de unir ambas puntas a la madera, y era atarlas fuertemente con cuerdas.

Por lo general, existían varios tipos de lanzas: las pesadas y las ligeras. Las primeras poseían puntas más largas y gruesas, útiles para picar, mientras que las que eran más ligeras se utilizaban a modo de jabalinas arrojadizas.

Punta de lanza de hierro. Ibérico. Sepultura 608, Cabecico del Tesoro, Verdolay
Finalmente se encontraba el soliferrum, una especie de lanza arrojadiza que estaba fabricada íntegramente en hierro. Estaba rematada en una punta de lanza y hecha toda de una pieza. Era más alta que un hombre y los íberos la utilizaban para lanzarla y con ella conseguir atravesar escudos, quedando éstos inutilizados debido al peso, o para matar enemigos. Los íberos solían untar la punta con aceite para después prenderla con fuego, causando un mayor daño si cabe.

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