Los Íberos habitaron nuestra Península entre el siglo V a.C. y el siglo III d.C. Hablaban el idioma íbero, una especie de lenguaje silábico. En nuestra Región de Murcia se han hallado restos de ese lenguaje en El Cigarralejo, en Mula o en la Serreta, en Cieza.
Los Íberos vivían y desarrollaban su actividad socio-cultural en pueblos amurallados, los cuales se hallaban generalmente en lugares elevados.
Eran ante todo un pueblo muy jerarquizado, dirigido por un rey o régulo. Los guerreros y los sacerdotes eran la clase dominante...
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Punta de lanza de hierro. Ibérico. Sepultura 608, Cabecico del Tesoro, Verdolay |
Por lo que respecta a las lanzas, se sabe que eran armas muy presentes en los ejércitos íberos, tanto las que se usaban en batallas cuerpo a cuerpo como las arrojadizas, también usadas para la batalla, además de para cazar. Las lanzas ibéricas solían tener de metal únicamente las dos puntas: la principal, en la parte superior, y la secundaria en la parte inferior. Ésta era por lo general más débil y pequeña, con forma de cono estrecho. A esta parte se la conocía con el nombre de regatón y se utilizaba para acabar con el enemigo, rematándolo de muerte, o bien para seguir combatiendo en caso de que la parte principal se hubiera caído o roto.
La lanza constaba de tres partes: el asta de madera y las otras dos puntas, incrustadas a presión y para evitar que se moviesen. Esta era la alternativa a la otra forma que tenían de unir ambas puntas a la madera, y era atarlas fuertemente con cuerdas.
Por lo general, existían varios tipos de lanzas: las pesadas y las ligeras. Las primeras poseían puntas más largas y gruesas, útiles para picar, mientras que las que eran más ligeras se utilizaban a modo de jabalinas arrojadizas.
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Punta de lanza de hierro. Ibérico. Sepultura 608, Cabecico del Tesoro, Verdolay |
Finalmente se encontraba el soliferrum, una especie de lanza arrojadiza que estaba fabricada íntegramente en hierro. Estaba rematada en una punta de lanza y hecha toda de una pieza. Era más alta que un hombre y los íberos la utilizaban para lanzarla y con ella conseguir atravesar escudos, quedando éstos inutilizados debido al peso, o para matar enemigos. Los íberos solían untar la punta con aceite para después prenderla con fuego, causando un mayor daño si cabe.
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